La belleza llama a la belleza
Ayer cumplí uno de mis mayores sueños. Escuché en directo la voz de Andrea Bocelli.
La suya ha sido una de las voces de mi infancia, era la banda sonora de nuestro hogar casi todos los domingos por la mañana porque mis padres tienen un gusto musical exquisito. Así que ayer cumplí el sueño de escucharle en vivo. Pero fue algo agridulce, me faltaban ellos. Disfrutar sin ellos de algo que siempre hemos compartido juntos no es disfrutarlo de verdad, a cada nota les hubiese querido a mi lado.
En cualquier caso, deleitarme con la belleza de la voz de Andrea fue algo precioso. Su voz debe parecerse a la de Dios. La elegancia y la clase de Andrea y su espectáculo están a la altura de su alta visión de la vida. No solo es un espectáculo dignísimo sino que es bello y sublime sin un ápice de mediocridad porque Andrea es un hombre que ama. El arte y la belleza son algo serio y el trabajo también y alguien que se toma la vida en serio toma también a su audiencia en serio, tratándola como a personas dignísimas de lo mejor.
«Según crece el amor dentro de ti, así crece también la belleza. Porque el amor es la belleza del alma» decía San Agustín.
Del mismo modo que Andrea se toma en serio su maravilloso don y su trabajo, también los asistentes se toman en serio su música, tanto es así que, como si de un pacto entre caballeros se tratara, todas las personas iban bien vestidas. Nunca en un concierto multitudinario había visto a tantas personas elegantes. Será que la belleza llama a la belleza.
Hipólito atribuye al ingenuo príncipe Myshkin en “El Idiota” de Dostoyevski la frase «la belleza salvará el mundo». Y más allá de ser algo ingenuo creo que, definitivamente, salvará el mundo; «si hubiera bondad en ella todo sería salvado». Porque esa belleza que es capaz de interpelar y revelar lo trascendente en lo humano te impulsa hacia el don de ti mismo. Solo lo sublime te eriza la piel y te hace sentir frágil y agradecido a la vez. Solo lo verdaderamente bello es sencillo aunque revele de forma poco aparente su complejidad. Solo lo verdaderamente bello te impulsa a querer ser tú también, desde tu limitación, ese agente potenciador de la belleza.
La mirada va más allá de los ojos y la mirada que tiene Andrea sobre la vida nos hace bien a todos. En “Los hermanos Karamazov”, Dostoyevski dice: «Lo espantoso es que la belleza es misteriosa como también terrible. Dios y el diablo están luchando ahí [en la belleza] y el campo de batalla es el corazón del hombre». Mientras haya artistas enamorados de la Belleza primera, el poder salvífico de la belleza está garantizado. Porque, como Sócrates expresa en el “Fedón”, aunque parezca una locura, un hombre se vuelve alado cuando al ver la belleza en la tierra ésta le recuerda la belleza verdadera. La belleza nos da alas.
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