Cuando el Cielo me coja por sorpresa

De verdad que hay días, como hoy, en los que me voy a dormir sin dar crédito a que mis abuelos ya no estén.
No me puedo creer que la vida siga sin ellos.
Que mi vida siga sin ellos.
No puedo hablarles de mis nuevos amigos ni ponerles la canción que no paro de escuchar, tampoco hablarles del chico que me gusta o de lo bueno que estaba eso que he cocinado. No puedo llevar flores a mi abuela, leerle a mi abuelo o responder sus curiosas preguntas y adivinanzas. Ni escuchar el tac tac de la válvula del corazón de mi abuela ni la risa infinita de mi abuelo.
No puedo sentir sus caricias ni ver sus miradas de ilusión cuando me presento por sorpresa. Mi ropa ya no huele a sus perfumes tras esos abrazos.
Hasta que un día me presente por sorpresa en el Cielo y pueda volver a ver sus rostros amorosos. Mi abuela dejará de cocinar para darme un gran abrazo y mi abuelo, que estará cantando alguna copla, la cantará más fuerte para dedicármela a mí. Querrán escuchar todas mis hazañas y yo querré escuchar con detenimiento las suyas. Me recibirán con un gran abrazo tras haber acomodado aquello con todo su cariño para que, de nuevo, me sienta la persona más esperada en su casa, en la mía.




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