Cuando mi madre me pone nerviosa
Después de muchos años, este verano mi madre me ha vuelto a poner nerviosa.
Y es que mi madre cuando está feliz no sabe medir su euforia. Es capaz de entrar en bucle contando historias que le parecen graciosas, regañar entre risas y con acento andaluz sin motivo alguno, cantar canciones antiguas que según ella tienen relación con lo que estamos viviendo, reírse sola de la nada por cosas que pasan por su cabeza e incluso a carcajadas de las bromas de mi padre o ponerse a hablar de forma simpática con cualquier persona de la calle porque sí.
Siendo ella fan del sandwich de nata hacía tiempo que no la veía disfrutar tanto comiéndose uno. Y siendo ella una enamorada del sol hacía tiempo que no la veía tan relajada tumbada en su toalla.
Le he escuchado cantar y visto bailar mientras cocinaba en la cocina de mi abuela, le he visto oler con detenimiento la dama de noche de mi abuelo y le he visto sonreír ante la foto de mi tia. Sin melancolía, solo con agradecimiento y paz.
Parece que por fin está a gusto y tranquila con su vida y se permite disfrutar de su presente. Aún faltándole todo, creo que empieza a intuir que al amar lo que tenemos honramos lo que perdimos y lo que perderemos. Me temo que ya no le da miedo ser feliz y que, por fin, a sus casi 60 años empieza a disfrutar de la vida.
Cuando mi madre me pone nerviosa todo está bien.
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