Carta abierta a cada profesional sanitario

Supongo que, siendo profesional sanitario, en muchos momentos te sentirás impotente...
quiero que sepas que, aunque no lo veas, es por TI, por tu trabajo bien hecho, por tu esfuerzo, que muchas vidas se están salvando. Probablemente no lo ves, no puedes cuantificarlo... pero es así. Te lo aseguro.

Te voy a explicar el porqué:


Por ti, esa persona que sufre no se siente sola. Por tu pequeña muestra de cariño, por tu simple: "¿cómo se encuentra hoy?", por esa sonrisa forzada que te cuesta dar, esa persona se siente amada. Sí, somos muy limitados, somos muy débiles, y la desesperanza nos vence con facilidad porque el dolor nos entristece el alma. Porque el no poder hacer más nos inunda de pena... Pero incluso sin verlo, sin cifras que se puedan contar, tenemos un gran poder, el mayor de todos: el Amor.


Sé que tú, que eres profesional sanitario, pones todo tu corazón, toda tu alma. Sé que fuerzas sonrisas donde pondrías lágrimas. Sé que fuerzas valentía donde tu corazón se empequeñece. Te obligas a no descansar, a estar al pie del cañón en tus horas de trabajo, cuando las pesadillas, que son la realidad, no te dejan dormir por las noches.
Probablemente no puedes contabilizar la vida que dan tus pequeñas acciones pero te aseguro algo: la Vida que dan es INFINITA.


Cada gesto de amor, por pequeño que sea, ya es sinónimo de plenitud, de infinidad. Cada pequeño gesto de amor da Vida, así, en mayúsculas. Cada pequeño gesto de Amor vence cualquier tipo de muerte, física o interior.
Gracias, de corazón, a ti, que te estás dejando la piel por cada vida. Gracias, de corazón, a ti, que te estas quitando vida a ti para darla a un desconocido. Gracias, de corazón, por aportar tu gotita a este mar. Como dijo Santa Madre Teresa de Calcuta: el mar no sería lo mismo sin esa gota.


Gracias, gracias de corazón, por amar hasta el extremo. Por servir hasta que duela y cuando duele dar todavía más.

Estás actuando, probablemente sin saberlo, como Dios actuó y actúa. Como Jesucristo actuó. Él vino a llenar el sufrimiento, o mejor, a reemplazar con Su presencia la necesidad misma de la explicación del sufrimiento.
Él no vino para destruir el sufrimiento, vino a sufrir con nosotros. Con cada uno.


Qué don que existan hombres y mujeres, como tú, que no rehuyen la mirada del dolor, que no se alejan de él, sino que nos acompañan, sostienen, cuidan y consuelan cuando más necesitados estamos.


Personas que, como tú, escuchan nuestro grito y no dejan que se disipe en la inmensidad de la nada. Personas que como tú, miran a los ojos a cada rostro y acompañan con lágrimas.
Ese, y no otro, es nuestro mayor tesoro.

Gracias por materializarlo con cada pequeño gesto de Amor.
Gracias por ser, en cada pequeño gesto, Jesús en la Tierra.
El Amor hecho carne Viva.
Gracias por vivir Con Toda el Alma y, sin darte cuenta, dar tanta Vida.


Que Dios te Bendiga, a ti, que estás luchando en la primera linea de la batalla. 


¡Ánimo!

Un fuerte abrazo.

Estás en mis oraciones,
Carla Restoy Barrero





Comentarios

Entradas populares de este blog

Esperar al amor en el banquillo

La Ceremonia de los JJOO a ojos del creador de Puy du Fou

Amigos a pesar de mí