Mi abuelo Joaquín

He redescubierto a mi abuelo Joaquín

Mi abuelo era el abuelo más molón del parque.
Por las mañanas iba a pasear por el campo o hacía natación y luego venía a recogerme todas las tardes al colegio. 
Me llevaba el bocadillo más bueno del mundo. Y aunque no se lo decía sé que con mi mirada cómplice él sabía que me encantaba.
Era el rey del parque, amigo de todos mis amigos y de todos los abuelos de mis amigos. 
Era el que más sabía de futbol y el que mejores chistes contaba.
Dábamos todas las tardes de comer a las palomas aunque no dejaba que nos acercáramos demasiado porque decía que traían muchas enfermedades.
Me acompañaba a ballet y se esperaba allí, sentadito en un sofá, hasta que saliese. Me aplaudía como buen fan número 1 en los festivales y me recordaba a cada minuto que era la mejor.
No se perdía ni un entreno de tenis.
Se esperaba horas y horas en el bar de la Masella con su café y su Mundo Deportivo hasta que terminara de esquiar.
En verano, se levantaba el primero y daba paseos por la playa viendo el amanecer. Me preparaba el colacao perfecto, con grumitos y que no quemara mucho. 
Pintó nuestra habitación de color rosa chicle para contentarnos.
A las 11 en punto, ni un minuto más ni un minuto menos, estaba la sombrilla clavada en la arena para empezar la jornada de playa.
Cargaba con todo: la balsa, los manguitos, el flotador, los cubos, la silla, el Mundo Deportivo, las gorras, la crema solar, las palas, las pelotas, las toallas, las redes para pescar, las muñecas, y un sin fin de juguetes que luego nunca usábamos.
Sus profundos hoyos y gigantes castillos de arena eran los más envidiados de toda la costa catalana.
Y yo, como siempre, presumía de abuelo.
Nos llevaba al río a cazar cangrejos y a pescar peces, siempre nos ayudaba y conseguíamos un montón. 
Montábamos un acuario casero con un cubo de playa y cuando él veía que se habían muerto los peces los tiraba por el váter y nos decía que los caracoles se los habían comido.
Porque en esos veranos también había tiempo para ir a buscar caracoles: deseábamos que hubiese tormenta de verano por la mañana para salir por el campo por la tarde a buscar caracoles.
Después de la playa se tiraba a la piscina de bomba y nos reíamos porque pensábamos que si se tiraba muchas veces la piscina se acabaría vaciando.
Nos llevaba a los “caballitos” cada tarde y nos compraba un helado gigante.
No nos perdíamos ni un partido del barça y nos decía que él quería que el madrid perdiese hasta en los entrenos. Cantaba mínimo dos veces al día el himno del barça.
Nos dejaba hacer las cabañas más espectaculares del mundo con sábanas, mantas y cortinas. Y nos dejaba disfrazarnos con los camisones nuevos de mi abuela. A mi abuela no le hacía gracia pero él siempre estaba de nuestra parte.
Su gazpacho era el mejor gazpacho del mundo aunque no nos gustara nada el ruido de la batidora que compensaba con su voz cantando sus canciones favoritas.
Nos contaba mil y una veces sus batallitas de niño, de joven, de la mili, historias divertidas de mi madre y de mi tía.
Tiene una hija en el cielo desde hace muchos años y cada noche ponía flores del jazmín de casa al lado de una foto suya.
Cuando volvíamos de la playa siempre nos animaba a coger flores por el camino para darle a nuestra abuela que las recibía emocionada y contenta.
A veces, mi hermana y yo hacíamos que se enfadara mucho, pero era incapaz de enfadarse con nosotras, éramos y somos su debilidad.
A la que me despistaba decía: “Carla Restoy Barrero la niña más bonita del mundo entero”.
Después del colegio hacíamos deberes y pintábamos, nos bañaba, nos peinaba, nos peleábamos por algún motivo y nos daba la cena.
En Navidades, disfrutaba y reía como un niño más. Nos llevaba al "Juguem" cada tarde. Y, sin fallar, se peleaba con quién hiciese falta para conseguirnos el mejor sitio para ver la cabalgata de reyes y para que él pudiese coger todos los caramelos que luego nos daba.
Recorrimos con él todos los museos posibles. Y se las ingeniaba para que nuestras excursiones de 3 fuesen inolvidables. Nos subía a hipopótamos monstruosos, nos llevaba a piscinas gigantes y a trenes que llevaban a la luna. Incluso una vez nos comió una ballena y a mi hermana no le hizo ninguna gracia.
Veía con nosotras Doraemon, Heidi y Marco pero no le gustaba que viésemos ShinShan ni “los amarillos”.
Fuimos muchas veces al cine porque nada, a parte del Barça y los animales, le gusta tanto como el cine. La última película que vimos juntos los tres fue “Un monstruo viene a verme”.

Parece que desde hace unos meses el monstruo nos ha venido a ver a nosotros.
Eras el alma de la familia, amabas por los codos y te has dado conmigo de una forma que jamás podré compensarte. Pero como siempre, haces bien las cosas y te vas apagando poco a poco para darme la oportunidad de devolverte un 1% de todo lo que me has dado a mí. 

Hay tiempo para cuidar y tiempo para dejarse cuidar. Tú eres más de cuidar, de darte. Me decías el otro día: "estoy triste porque tengo a mucha gente pendiente de mí."
Has pasado de ser mi abuelo todoterreno a mi tesoro indefenso que me regala la oportunidad de poderle agradecer tanto que me ha dado y de poderle demostrar cuánto le quiero. 
Te has convertido en una persona que solo puede recibir amor porque todo lo que tenías para dar ya lo has entregado.

Gracias por tanto. 
Cada sonrisa tuya a día de hoy es un suspiro que me dice que tú ya sabes lo mucho que te quiero.



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