Un barco inestablemente estable


El otro día estuvimos en casa de la hermana mayor de una amiga, en Tossa de Mar, un pueblo de la Costa Brava super bonito. La idea era ir a buscarla para ir a la barbacoa de otro amigo y comer allí con todos, pero su hermana y su prometido nos invitaron a comer.

En la sobremesa sacamos temas super interesantes. Casi todos relacionados con el mar.

Una de las cosas que nos dijo el prometido de la hermana de mi amiga, un hombre super sabio, fue algo parecido a lo siguiente:

"Cuando tú estás en el mar todos los barcos se balancean hacia un lado y el otro (por mucho que de lejos no lo parezca), sin embargo solo algunos vuelcan. Entonces las personas es como que vivimos todas en un mar y obviamente nos balanceamos entre la locura y la cordura. Todos tenemos nuestra parte de locura y esto cuesta verlo, muchas vaces idealizamos a personas por no conocerlas de verdad. Si nos juntamos con otros, somos más estables como pasa con los barcos. Lo peligroso es cuando vuelcas y estando solos, es más fácil volcar."

A raíz de esa conversación, que he resumido tan mal como he podido, escribí lo siguiente donde he querido reflejar un poco esa idea... Entendiendo que Tierra Firme es el cielo y que gracias a la amistad y las relaciones que tenemos podemos lograr estar en un trocito de cielo en la Tierra (que cutre lo he explicado, pero bueno, allá va):


¿Cómo llegar a tierra firme estando en alta mar?

En medio de una nada que lo es todo y tu realidad.
Las olas, el viento y la inestabilidad.

De derecha a izquierda.
Un constante tambaleo en soledad,
de derecha a izquierda
y volver a empezar.

Y este balanceo causa mareo 
y la certeza de que jamás volverás a atracar...
Pero a pesar del hastío no puedes volcar.

Anhelas la Tierra Firme, sabes que está.
Y el único deseo es en ella reposar.

Aparece una luz blanca, que al deslumbrar alumbra la esperanza.
Qué refleja libertad.
Entre el abismo y el horizonte, ahí está:
un trozo de tierra firme pero encima del mar.

Un gran navío que derrocha estabilidad,
que quietamente se acerca.
Majestuoso.
Seguro.
Y lo ves ahí, de lejos,
y viene hacia ti, y tú te acercas.
Y aprecias la gran vela que porta sobra él
y como se va engrandeciendo.

Y entonces...
Cuanto más majestuosa, 
cuanto más cercana, 
menos recta es.

Y cuando llega, 
la majestuosidad se desvanece,
la vela deja de alumbrar.
Se tambalea como el navío
y como la ilusión de encontrar una flotante estabilidad.

Y se acerca más
y lo ves de cerca, 
apenado, 
más grande que tú, 
más mareado que tú.

Y veis que la distancia os ha engañado a ambos.
Que ese velero que parecía inamovible 
de cerca también se balancea.
La esperanza ha volcado.

Y se acerca a ti,
y te acercas a él.
Y es cuando de dos intentáis ser uno,
cuando intentáis sincronizar la inestabilidad,
que la esperanza reflota,
que el mareo se reduce, 
que los tambaleos no son tanto como antes,
que el mar parece más calmado,
que llegar a Tierra Firme ya no parece urgente ni imposible.

Sus velas forman ahora dos navíos que uno son.
Y aunque ninguno logre total estabilidad
saben que jamás van a volcar.
Porque ahora que dos son más que uno
juntos y en calma pueden navegar.

Porque ahora solo les queda confiar.


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