Perdonar es una locura

No hay cosa que nos libere más que recibir el perdón... Y el perdón es algo que viene de fuera, que nos tiene que venir dado. Recibimos el perdón. Es un regalo. Que se nos perdone algo malo que hemos hecho nos sana, nos hace libres... El mal seguirá estando allí, ya está hecho, pero que nos perdonen nos permite seguir adelante.




Perdonar es según la RAE:

perdonar

Del lat. tardío perdonāre, de per- 'per-' y donāre 'dar'.
1. tr. Dicho de quien ha sido perjudicado por elloRemitir la deudaofensafaltadelito u otra cosa.
2. tr. Exceptuar a alguien de lo que comúnmente se hace con todoso eximirlo de la obligación que tiene.
3. tr. Renunciar a algo o privarse de elloNo perdonar ocasión de lucirse. No perdonar un baile.
4. tr. Renunciar a un derechogoce o disfrute.

Por contra, vengar es según la RAE:

vengar

Del lat. vindicāre.
1. tr. Tomar satisfacción de un agravio o dañoU. t. c. prnl.


La palabra "perdonar" viene del prefijo "per-" (indica acción completa y total) y "donare" (regalar). Así que el perdón es un acto de completa dádiva o generosidad por parte del que perdona. Realmente en orgien el verbo "perdonar" significaba "regalar definitivamente un acreedor al deudor aquello que le debía".

A veces me pasa que en un momento dado me hago muy cosciente de la grandeza de las cosas. Hoy me ha pasado con el perdón de Dios. ¡Me parece un desfase! ¡Es la leche! ¡Me ha hecho ver que Dios es más que Dios! ¡Dios es Padre! Me explico...

Dios puede perdonar porque es Todopoderoso. Y como es Todopoderoso Él puede crear y puede descrear, puede descrear la culpa en mi (no me refiero al sentimiento de culpabilidad, me refiero a la culpa en su sentido amplio se tenga o no el sentimiento de culpabilidad). Me refiero al hecho de que objetivamente si yo causo un daño, soy culpable.

Pero es que además de que Dios puede perdonar porque es Dios Todopoderoso, ¡quiere hacerlo porque es más que Dios! Para perdonar y no aplicar la justicia, Dios tiene que ser más que el Todopoderoso que aplica justicia, tiene que "estar por encima de Dios". Y libre de cualquier "exigencia divina", amar.

Amar como ama un padre. Amar al que desprecia, al torpe que sabe que volverá a sus torpezas, amar fielmente al que sabe que le abandonará de nuevo, amar absolutamente como un padre. Esto nos lo enseña Jesús, Jesús nos muestra como es Dios: ¡tiene más de Padre que de Dios! ¡Y es por Jesús que nuestras culpas quedan anuladas, Él carga con ellas!

Recordemos cuando Jesús perdonó al paralítico todos sus pecados. La gente no lo entendió y pensaron incredulos: "claro hace eso porque el perdón no se ve" y entonces Jesús les dice: "¿qué es más fácil, decirle al paralítico que se le perdonan los pecados o que ande?" y entonces... ¡el paralítico se levantó y andó! Ahí Jesús nos muestra claramente que Dios es Padre. ¡Que ama como ama un padre! Es eso... Dios no solo puede perdonarnos y quiere perdonarnos como Padre... sino que ¡Jesucristo lo hace al cargar con nuestras culpas!

Jesús se da a sí mismo. Lleva el pecado de muchos, a quienes justifica y cuyas culpas soporta. Y además para que podamos todos tener la certeza del perdón que es la salvación del corazón roto del hombre, crea la institución de la reconciliación, de la confesión, para que cada uno de nosotros en cualquier lugar y hasta el final de los tiempos pueda escuchar las palabras del mismo Padre (las palabras que Jesús dice a Maria Magdalena): "Tus pecados te han sido perdonados". Es muy fuerte lo que hizo Jesús para librarnos. ¡Es de locos!

Es que si rechazamos realmente nuestro pecado y pedimos perdón, ¡Él nos lo concede GRATIS! Nos perdona. Es una locura. Lo anula por nosotros, porque Él se lo queda. 

Luego, cabe diferenciar entre culpa y pecado. La culpa es lo que tú creas en ti al hacer libremente el mal. Tienes culpa porque eres culpable.
Jesús nos muestra que la culpa no es solo culpa sino que es pecado. El pecado es más que eso. Pecado en hebreo significa "fallar el objetivo". ¿Y cuál es nuestro objetivo? ¡Ser felices! ¿Y cómo somos felices? ¡Yendo de la mano del Amor y de la mano de la Verdad y la Vida!
Yendo de la mano de Él: estando unidos a Dios aquí y en la otra vida. 
¡Y todo lo que nos dice es para nuestra felicidad, para nuestro bien! Realmente es esto: ¡ha venido a salvar a los pecadores! 

Para realmente descubrir a Jesús, para descubrir la felicidad, necesitamos sentirnos pecadores! Reconocer que constantemente tenemos dentro nuestro una inclinación hacia el mal que nos hace fallar en nuestro camino. ¡Nuestro camino a la felicidad! 

Por eso tenemos la conciencia, ese cri-cri incomodo que nos resuena cuando hemos hecho algo malo. Podemos tratar de callarlo, podemos callar el sentimiento de culpa negándola, tratando de olvidar o autojustificandonos; pero la culpa no caduca, se queda dentro del corazón y se pudre, y sale de otras formas extrañas que nos producen malestar y nos hacen sentir desorientados.

Quien no reconoce, no rehace su propio ser y termina por rechazarse a sí mismo: eso es la desesperación. Reconocer no causa trauma, reconocer es ponerse al lado de la verdad, del bien y por tanto... ¡libera!

Si el hombre reconoce puede rehacer su pasado y volver a caminar hacia la felicidad. ¡Es una maravilla! En un momento, con un acto de libertad ¡valiente libertad!, puedes rehacer cualquier acto, por tremendo que haya sido.

La vida de cada uno solo es definitiva cuando ha terminado. Hasta entonces, el hombre puede rehacer su propio ser. Cada vez que uno reconoce la verdad de su pasado, toma una nueva posicion ante lo ocurrido, y así rehace su vida. El precio: reconocimiento y arrepentimiento.

Resulta muy duro sentir el peso del pasado, la opresión que ejerce en el propio corazón... a veces provoca dolor en todo el cuerpo... ¡cómo cuesta perdonarse a uno mismo! ¡cómo cuesta pensar que se puede rehacer la vida!

¡Cómo cuesta creer que Él me da la oportunidad! ¡Qué está desando recrearme! ¡Qué quiere que sea enteramente feliz! Recordemos... ¡la Iglesia no es una asamblea de Santos si no un hospital de pecadores! ¡Que gran misterio el del amor de Dios al hombre!

Que bien nos muestra eso películas como "La cabaña" o "El mayor regalo", o el cortometraje "Broken Time". Vivir con la culpa es algo muy doloroso, pero siempre podremos rehacernos. ¡Que grandeza! No nos rechacemos, rehagámosnos.

¡Que se ponga de moda pedir perdón! Pero de verdad: reconociendo la culpa y arrepintiéndonos previamente (rechazando el mal hecho, decidiendo que se quiere cambiar y dando pasos hacia el bien) ¡Pedir perdón para recibirlo! Recibir el perdón libera, nos salva.

Nada hace más bien al corazón del hombre que ser perdonados, que ser salvados. Es lo único que necesitamos. Es mejor que recibir una buena ducha de agua caliente después de un día duro porque el perdón de Dios, el amor de Dios, nos da una paz y una felicidad entera. Es un abrazo al alma.

Os dejo con un video sobre la mayor locura de amor...




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