El arte de dar gracias
Decía Marco Tulio Cicerón que "Tal vez la gratitud no sea la virtud más importante, pero sí es la madre de todas las demás”.
El agradecimiento es una de las herramientas más hermosas que tenemos para configurar nuestra realidad.
Más que un sentimiento, el agradecimiento es un instrumento de vida que utilizamos para negociar con la realidad. Independientemente de sus cualidades éticas o morales, este acto tiene un valor fundamental en la que pudiera ser nuestra misión más importante como seres humanos: dar sentido a nuestra existencia.
Tal vez por lo anterior es que el místico y filósofo alemán, Meister Eckhart, advertía que: “Si la única oración que dices en toda tu vida es gracias, será suficiente”. Al parecer hay algo en el agradecimiento que propulsa nuestro crecimiento personal, por no decir nuestro desarrollo espiritual, y que sencillamente armoniza nuestra interacción con lo que nos rodea.
Nada es más honorable que un corazón agradecido.
– Séneca
La materialización del agradecimiento
Agradecer es un acto en esencia simple. Pero su impacto es tal que termina permeando prácticamente todas las facetas de nuestra vida. Para dimensionar esto, basta con comprobar lo que produce en nuestro cerebro: está confirmado que ejercer la gratitud activa positivamente la región del hipotálamo, que regula funciones como la temperatura y el apetito. Además, en otro análisis neurocientífico de los efectos cerebrales de la gratitud, se registraron cambios en la corteza media prefrontal, que sugieren una relación entre el estar agradecido y habilidades de aprendizaje.
En lo que se refiere al cuerpo físico, agradecer reduce los niveles de dolor físico —quizá relacionado a la liberación de dopamina en el cerebro—, facilita el buen dormir y los estados relajados, e incluso nos energetiza. En lo que respecta a la mente, se ha detectado una relación entre el agradecimiento y la disminución de sensaciones nocivas, como el estrés o la ansiedad, así como emociones consideradas tóxicas, por ejemplo la frustración y el enojo.
A nivel colectivo, el agradecimiento lubrica la interacción social, fomenta la empatía, fortalece sentimientos como confianza e identificación, y promueve la cooperación. En pocas palabras, al igual que en sus efectos sobre nuestro cuerpo, mente y espíritu, actúa como un agente que favorece significativamente el desarrollo.
Una forma de ver la vida
No es casualidad que en prácticamente todas las religiones y tradiciones místicas el agradecimiento se concibe como un combustible esencial para el crecimiento del ser humano. La sencillez implícita en este acto pareciera ser proporcional a la trascendencia de sus efectos.
En la cotidianidad, adoptar el hábito de agradecer básicamente resuelve la disyuntiva ancestral, decisiva para configurar nuestra realidad, y que consiste en entender la vida a partir de lo que tienes o entenderla partir de tus virtuales carencias. Y aunque lamentablemente esta decisión se hace pocas veces de manera consciente, lo cierto es que cada uno de nosotros podemos elegir cuál de estos lentes aplicar al paisaje.
En este sentido, hay una poderosa frase del escritor francés Jean-Baptiste Alphonse Karr que vale la pena poner en la mesa: “Hay personas que se quejan por que las rosas tienen espinas; yo, en cambio, agradezco que las espinas tengan rosas.
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