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Mostrando entradas de octubre, 2025

Uvas sin pepitas

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Yo no lo supe hasta al cabo de bastante tiempo pero cuando era pequeña las uvas tenían pepitas y piel. Mi abuela me daba las uvas siempre sin piel y sin pepitas. Una a una. Recuerdo sus manos, lentas y sabias, separando cada racimo como si el tiempo no existiera. Cogía una uva, la pelaba con paciencia, la abría con delicadeza y extraía las semillas. Luego la colocaba en un platito de loza blanca y me la ofrecía con una sonrisa que olía a hogar. Yo no sabía entonces que aquel gesto era amor. No el amor grandilocuente, mal entendido, sólo pasional, de las películas ni el que se dice a gritos, sino el amor que se entrega en silencio, en lo pequeño, en lo que casi nadie ve y cuyo interés no es ser mostrado: ágape cotidiano. Mi abuela hacía el mundo objetivamente mejor aunque nadie la viese y aunque nadie se diese cuenta. Ella no necesitaba explicarme nada. Me enseñó, sin palabras, que cuidar es detenerse. Que amar es perder tiempo por otro, sin medirlo, priorizando lo importante aunque no ...